Resiliencia en tiempos difíciles

Llamamos respuestas resilientes a aquellas que funcionan como buffer o amortiguador del impacto negativo y al mismo tiempo nos llevan a desarrollar una nueva habilidad o reforzar una ya existente.  Por ejemplo, un hombre que tuvo cerrar su ferretería debido a que contrajo una enfermedad que le impedía salir de su casa. Comenzó a hacer carpintería para entretenerse.  Con el tiempo descubrió que disfrutaba de la actividad y que su técnica se perfeccionaba día tras días. Se animó a publicar sus muebles en internet, concretó algunas ventas, su autoconfianza aumentaba, así como también los pedidos.

Las respuestas debilitantes, por el contrario, son aquellas que incrementan o expanden el impacto negativo del estresor produciendo consecuencias perjudiciales para la salud física y/o mental. Un ejemplo sería que este mismo hombre, luego de tener que cerrar su negocio, comenzara a aislarse, dejando de ver a sus amigos y familiares. Esta reacción empezaría a impactar negativamente otra área de su vida – la de sus afectos – que no estaba afectada inicialmente.

Proponemos cuatro hábitos resilientes a poner en práctica durante tiempos difíciles:

  1. Pensar de manera resiliente: Nuestra manera de pensar es un hábito, como cualquier otro, por lo tanto, podemos modificarlo si nos lo proponemos. Para ello sugerimos pensar a las dificultades como: a) Temporarias, b) Que afectan un área en particular de sus vidas y c) Que se puede aprender a raíz de ellas. Cada vez que se encuentre ante una situación adversa puede hacerse las siguientes preguntas: 
    1. ¿Cuánto tiempo va durar esta situación negativa? O ¿Cuál va a ser la duración del impacto de esta situación? Trate de ser lo más específico posible y determinar cuántos días, semanas o meses durará.
    2. ¿Qué área/áreas de mi vida están siendo afectadas por la situación? Intente delimitarlo con claridad. Por ejemplo, si impacta mi vida laboral, qué aspectos laborales están siendo afectados concretamente.
    3. ¿Qué puedo aprender de esta situación difícil que estoy viviendo? ¿Haría algo diferente la próxima vez que me ocurra algo similar? ¿He desarrollado o puedo desarrollar una nueva habilidad? ¿He fortalecido alguna habilidad propia?
  2. Generar emociones positivas: Hace largo tiempo sabemos que las emociones positivas hacen bien. “La alegría es el mejor promotor de la salud y es tan buena para la mente como para el cuerpo” (Joseph Addison, poeta y dramaturgo inglés, 1672 -1719). Sin embargo, hace relativamente poco contamos con estudios que lo demuestran. Según estudios de Bárbara Fredrickson, las emociones positivas tienen la función de “antídoto” para las consecuencias de las emociones negativas - como el miedo, enojo, angustia, tristeza, ansiedad, etc.-. Las emociones positivas como el amor, gratitud, alegría, calma, esperanza, satisfacción, interés y curiosidad pueden generarse con determinadas acciones. Enumerar las cosas por las cuales estamos agradecidos, en lugar de darlo por sentado, es una forma de generar gratitud, por ejemplo.  Conectarse con la naturaleza produce calma, satisfacción. Practicar meditación, ejercicios de respiración y/o relajación muscular produce tranquilidad, calma y alivio.  Realizar actividades que nos interesen, generen curiosidad y placer es también una forma aumentar las emociones positivas que nos protegen en tiempos de adversidad.
  3. Fortalecer nuestras redes de apoyo social: Está demostrado que en situaciones de extrema adversidad, como guerras, atentados, desastres naturales, aquellas personas con capacidad para recibir el soporte de otros y también darlo son las que salen adelante. En tiempos difíciles es fundamental conectarse con nuestros seres queridos, buscar apoyo, pedir ayuda, compañía y cariño. Es también una oportunidad para generar nuevos espacios donde dar y recibir soporte. En este sentido, en situaciones difíciles es sumamente importante hacernos el tiempo para conectarnos con otros, ya que es bastante frecuente la tendencia a hacer lo contrario (“estoy con tantos problemas que no tengo tiempo de ver a mis amigos”).
  4. Mantener hábitos saludables: En tiempos de adversidad corremos el riesgo de debilitarnos con hábitos perjudiciales para nuestra salud como el sedentarismo, la alimentación inapropiada y dormir poco o mal.  A largo plazo, las consecuencias para la salud son negativas y por supuesto, nos quedamos sin energía para hacer frente a las dificultades. Por este motivo, sugerimos cuidar con mucho mayor énfasis nuestros hábitos en tiempos difíciles. Debemos prepararnos para una “competencia exigente” y para ello no hay duda que cuanto mejor nos alimentemos mejor será nuestro rendimiento.  El ejercicio físico moderado y regular, así como dormir bien son clave para la “competencia” así como para una vida saludable.

Cuando no está en nuestras posibilidades cambiar el contexto adverso, podemos poner en práctica estos hábitos resilientes que sí dependen de nosotros. 

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